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Mostrando entradas de 2013

Listening to Others: Communication as a Possibility of Reconciliation in Colombia

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( Leer en español ) Sixteen years – almost two decades – I have spent traveling this country from one end to the other and into the farthest corners where nothing is easy, everything is scarce, and people become invisible both to themselves and to others. These are places, where even words are a privilege that only a few can afford. I have spent years and years helping communities make radio programs. Listening to hundreds of stories, everyday and seemingly insignificant stories, in all of the accents, colors and flavors that this country is able to produce.  Foto: Caracola Consultores Foto: Caracola Consultores Many paths trodden, enough to stop, look back and wonder about lessons learned. Everything has to do with communication. With the magic act of putting ourselves in someone else's shoes and, for one moment, taking their stories, their problems, their joys, their sorrows and their dreams, as our own. That is what communication is in its deepest sense, the ...

Aprender a ver la vida con la mirada de los gatos

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Granada, en las noches de verano, huele a jazmín, a azahar, a albahaca y a romero. Por las calles empedradas del viejo barrio Albayzin deambulan perezosas las historias de amor y de aventura de quienes, una vez, fueron seducidos por el embrujo de esta ciudad mágica y misteriosa. Y allí, sigilosos, como siempre, los gatos. Dueños del silencio, de la luna y de la poesía, dueños de la noche y del tiempo. Entre las rendijas de los muros blancos se asoman con cautela y se vuelven invisibles a la más mínima provocación. Barrio Albayzin  Allí, justo allí, donde la noche se hacía susurro y se arropaba con los aromas del verano, allí nos esperaba pacientemente y en actitud contemplativa. Nos escuchaba a lo lejos y al instante salía a nuestro encuentro haciendo aquel sonido que había reservado solo para nosotros en los momentos de mayor intimidad, mezcla de maullido y ronroneo. Saltaba entre los muros y los árboles, dándose las mañas para no pisar el suelo ni una sola vez y, as...

Volver a levantarse

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- ¡ Aló, mamá!... ya estamos aquí... si, nos fue muy bien, gracias ... - El carro avanza, rápido, muy rápido, tan rápido como se puede. La calle está vacía, se puede rápido, va solo, la música suena duro, muy duro, tan duro como se puede. El bajo sigue retumbando y por el panorámico pasan imágenes inconexas a toda velocidad, un edificio, luces blancas, luces rojas, ¡uf..la caseta de los dulces!, ¡mierda... el poste!, otra vez las luces, el piso mojado, blancas, rojas, blancas... todo da vueltas. - Si... muy interesante, toda la semana en el seminario de formaciones musicales y el viernes salimos hacia Filandia a visitar a Jenny que está allí haciendo el rural... si, donde grabaron la novela... - Hace frío y llueve un poco, tiene medio cuerpo fuera del carro y la cabeza mojada. Está sentado sobre los vidrios del panorámico, con las piernas dentro del carro y la mano derecha aun aferrada al timón - tengo que volver al hospital -, casi no hay gente en la calle, e...

Una bicicleta para volar

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Pues cómprate una bicicleta para ir a la universidad, dijo Oscar mientras yo lo oía con fascinación. ¿Una bicicleta? La idea de subirme en una bicicleta y desafiar el caótico tráfico Bogotano sonaba descabellada. No había ciclorrutas, los buses se enfrentaban a muerte en la “guerra del centavo”, no se respetaban ni las más mínimas normas de tránsito y las calles eran sitios peligrosos donde se imponía la ley del más fuerte. Pensar en la cicla era realmente una locura... pero en 1993, veinte años atrás, las locuras ejercían en mi una poderosa atracción, difícil de resistir (igual que ahora). Además, definitivamente, necesitaba ahorrar dinero si quería llevar a buen término mi proyecto de independizarme, a pesar de estar cursando los primeros semestres de carrera. Pagué mi bicicleta con canciones, literalmente, y me llevé la “todoterreno” más barata que existía. Era verde, no tenía cambios y pesaba tanto como mis ganas de beberme la vida a borbotones. Aquel día guardé mis libros d...