Llegaremos a tiempo


Fue hace solo unos meses, por casualidad, así como ocurren tantas cosas importantes en la vida. Pedaleaba sin prisa y sin rumbo fijo por la red cuando la canción se me atravesó en el camino y, sin siquiera pedir permiso, se instaló en un lugar recóndito del alma. Si te arrancan al niño, que llevamos por dentro, si te quitan la teta y te cambian de cuento, no te tragues la pena, porque no estamos muertos... llegaremos a tiempo. Me detuve y la oí, y la volví a escuchar una y otra y otra vez. A los pocos minutos ya me la sabía y unos días después la cantaba una y otra y otra vez, en silencio, para mí, tejiendo un lazo inquebrantable con aquella metáfora de la esperanza. Leía, hablaba y escribía sobre las víctimas del conflicto armado y allí sonaba en segundo plano, llegaremos a tiempo. Intensas jornadas discutiendo el papel de la memoria en los procesos de reparación a quienes lo han perdido todo, sus seres queridos, sus tierras y su cultura; y no dejaba de oírla, llegaremos a tiempo. 
 
Llegó el momento, tuvimos que viajar de nuevo a terreno. Allí, a ese mundo tan cercano a mí y tan ajeno a tanta gente convenientemente acomodada en las grandes ciudades. Allí, a la Colombia negada, despojada y ultrajada, condenada consciente e impunemente al olvido y a la soledad por el país soberbio y poderoso. Allí, donde la metáfora de la canción se expresa en un acto cotidiano y permanente de solidaridad colectiva. Si te anclaran las alas, en el muelle del viento, yo te espero un segundo en la orilla del tiempo, llegarás cuando vayas más allá del intento... Llegaremos a tiempo. Intenso, como siempre. Hace años que no se reconocer la diferencia entre el trabajo y el resto de mi tiempo, se mezclan los conceptos técnicos con los afectos. El optimismo que irradia esta gente me atraviesa y anida en mi como forma de vida, llegaremos a tiempo
El Salado (Montes de María). Fotografía: Jeanine El'Gazi
Jornadas intensas oyendo hablar de cómo esta, la región de los Montes de María, ha sido territorio en disputa desde hace décadas. Muchas explicaciones, muchas teorías, muchas perspectivas. Al final la realidad es contundente y se muestra de manera clara y nítida por encima de cualquier consideración; la tierra ya no es de muchos sino de unos cuantos, la tierra ya no produce comida sino mercancías. La tierra ha perdido los colores y empieza a aburrirse de la monotonía que impone un solo producto, para un solo mercado, para unos pocos privilegiados. Los ríos lo saben mejor que nadie, ellos saben cuál ha sido el precio de semejante panorama, ellos han sido testigos de excepción de tanta sangre derramada. Y en medio de los relatos, algunos desgarradores, la gente valerosa que resiste. Si te abrazan las paredes desabrocha el corazón, no permitas que te anuden la respiración, no te quedes aguardando a que pinte la ocasión, que la vida son dos trazos y un borrón. Gente maravillosa que nos enseña, de mil maneras diferentes, el sentido profundo de la palabra dignidad. Gente que mira de frente y con altivez nos dice - aquí estamos y aquí nos quedamos, con los pies en la tierra, en esta, nuestra tierra -. 

Entiendo bien, porque lo he estudiado, porque voy allí con frecuencia, porque ya hago parte de ese mundo y hay cientos de lazos que me unen a su gente, lo que esa declaración significa en este momento, a punto de iniciar el proceso de restitución de tierras. Reconozco la complejidad implícita en dicha afirmación y por eso tengo miedo. Tengo miedo que se rompa la esperanza, que la libertad se quede sin alas. Tengo miedo que haya un día sin mañana... Ahora oigo la canción y no puedo dejar de pensar en Lucho Torres, de la comunidad de El Salado, contándonos cómo 2 años después de que la muerte y el horror acabaran literalmente con su pueblo, él y 100 vecinos más, vencieron al miedo y retornaron. Tengo miedo de que el miedo, te eche un pulso y pueda más, no te rindas, no te sientes a esperar. Volvieron consientes de su presente desgraciado, volvieron a plantarle cara al pasado como única posibilidad de volver a mirar hacia el futuro.
Lucho Torres. Fotografía: Jeanine El'Gazi
Así como en El Salado muchas otras comunidades volvieron o están en proceso de retorno. Están reconstruyendo sus pueblos y han asumido el reto de volver a empezar a pesar del dolor instalado en el recuerdo. Solo que ya no hay tierras para cultivar, ahora son de otros, y aún así ahí están bien parados, ayudándose entre sí, “con los pies en la tierra”. Si robaran el mapa del país de los sueños, siempre queda el camino que te late por dentro, si te caes te levantas, si te arrimas te espero... Insisten, persisten, resisten, con una fuerza vital que los hace invencibles, que se contagia y que me hace pensar que todo, todo, se puede lograr, y que a pesar de todo, llegaremos a tiempo.
A la orilla del tiempo, en los Montes de María. Fotografía: Soraya Bayuelo
Llegaremos a Tiempo es una canción compuesta e interpretada por Rosana Arbelo. Dejo aquí mi versión, imperfecta, pero así es como suena en mi interior,  y así es cómo me ha acompañado estos últimos días, y así fue como sonó aquella noche en los Montes de María al vaivén de una hamaca, en la casa de la Seño Modesta.

Comentarios

  1. Sobrecogedor hasta las lágrimas. Este país duele mucho. Al tiempo, es increíble cómo la gente tiene capacidad para soportar tanto. Uf.

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    1. Si, este país es increíble y se merece un futuro en paz. Gracias, tus lágrimas me conmueven a mi.

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  2. Gracias, por decir lo que en ocasiones no quisieramos escuchar, por hacer que el corazón salte y diga "despierta"

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    1. Gracias a ti por tomarte el tiempo de leer y de escuchar y por despertar el corazón !!! Muchas gracias !!!!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  4. Mónica esa es la mágia que tiene esta canción... no importa lo tarde que sea, si lo intentas y vas más allá del intento.... siempre llegaremos a tiempo.... gracias por estar ahí todos estos años. Un abrazo !

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    1. Monica !!! Por un error que cometí eliminé tu comentario !!!! Soy una boba !!!!!

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