La felicidad monta en bicicleta
Hay instantes que se quedan para siempre, tal vez porque resumen momentos esenciales de la vida. Allí estábamos, no recuerdo bien cuántos ni quiénes. Seríamos unos 25, habíamos pedaleado unas 4 horas y aún no lográbamos salir de ese estado de fascinación que producen los paisajes imponentes. Recorríamos el Delta del río Ebro en Tarragona y estábamos a punto de llegar a la playa donde nos disponíamos a recoger mejillones entre las rocas. Recuerdo muy bien aquel momento, sobre la bicicleta, con el viento en la cara y bajo un sol radiante de primavera. En ese instante hice consciente algo que, con los años, ha resultado ser verdaderamente liberador; la certeza de que, aun siendo mayor, no necesito mucho para ser feliz. Han pasado casi 11 años desde aquel instante, pero cada vez que subo a mi bici hay algo que me recuerda esa revelación. C ada vez que monto en bicicleta, sin importar cuánto tiempo haya pasado, vuelvo a ser una niña y confirmo, una vez más, que tengo la habilidad de...