Aprender a ver la vida con la mirada de los gatos
Granada, en las noches de verano, huele a jazmín, a azahar, a albahaca y a romero. Por las calles empedradas del viejo barrio Albayzin deambulan perezosas las historias de amor y de aventura de quienes, una vez, fueron seducidos por el embrujo de esta ciudad mágica y misteriosa. Y allí, sigilosos, como siempre, los gatos. Dueños del silencio, de la luna y de la poesía, dueños de la noche y del tiempo. Entre las rendijas de los muros blancos se asoman con cautela y se vuelven invisibles a la más mínima provocación. Barrio Albayzin Allí, justo allí, donde la noche se hacía susurro y se arropaba con los aromas del verano, allí nos esperaba pacientemente y en actitud contemplativa. Nos escuchaba a lo lejos y al instante salía a nuestro encuentro haciendo aquel sonido que había reservado solo para nosotros en los momentos de mayor intimidad, mezcla de maullido y ronroneo. Saltaba entre los muros y los árboles, dándose las mañas para no pisar el suelo ni una sola vez y, as...