Jugar por jugar o la magia de hacer las cosas juntos
La noche se acercaba, y al paso inclemente del tiempo, la tensión crecía. Un equipo de gente, difícil de contar, entraba y salía frenéticamente del taller con pinturas, herramientas, equipos de soldadura y cables. Desde lejos se veía, se alzaba imponente y gigantesca la locomotora colorida, como si hubiese brotado de las entrañas mismas de la tierra. Al lado derecho, en la actitud paciente y sosegada de quien se sienta a la orilla del tiempo, un viejo duende esperaba a ser instalado en la punta de aquel tren alegórico que no podría conducir a otro lugar que no fuese la felicidad. Los vecinos se agolpaban alrededor y compartían la angustia del equipo de artesanos, quedaban pocas horas para el Desfile Magno del 6 de enero y, aún, había muchos problemas por resolver. Días atrás, en la Laguna de La Cocha, habíamos oído con atención a José Obando intentando explicar, con fuego en la mirada, por qué era tan importante el Carnaval. “ Es lo que somos ”, decía José al lado de su estuf...