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Mostrando entradas de 2012

Minueto en Sol Mayor

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Ese año, al cumplir los 9, me regalaron el piano. Era un piano vertical, muy fino, maravilloso. Mi papá me enseñó a admirarlo, no solo por su capacidad de producir sonidos bellos, sino por el ingenio implícito en su mecanismo. Palancas, martillos, correas de transmisión y fieltros que se movían de manera sincronizada y, en un acto mágico, adquirían el poder de transformar el sonido en música y la música en felicidad.  El minueto en Sol Mayor de Beethoven fue la primera pieza que pude tocar en el piano para acompañar a mi papá en el violín. Con esa pieza sellamos un pacto de complicidad entre los dos que duraría para siempre.  Hoy, nuevamente, mi papá anda forcejeando con la muerte, su corazón está cansado y hace unos días amenazó con dejar de latir. Con esta pieza, en una de las versiones que más me gusta, hago un homenaje a mi papá y a su increíble capacidad de hacer de mi una persona feliz.

Oír a los demás: La comunicación como posibilidad de reconciliación

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16 años, ya casi dos décadas recorriendo este país de punta a punta y en los rincones más recónditos. Allí donde nada es fácil, donde todo es escaso, donde la gente se hace invisible para sí misma y para los demás. Allí donde incluso la palabra es un privilegio que solo unos pocos se pueden permitir. Años y años acompañando a las comunidades a hacer radio, oyendo cientos de historias mínimas y cotidianas, en todos los acentos, colores y sabores que este país diverso es capaz de producir.  Son muchos los kilómetros recorridos, los suficientes como para hacer un alto, mirar atrás y preguntarse por las lecciones aprendidas. Todo tiene que ver con la comunicación. Con el acto mágico de ponerse en el lugar de los demás y, por un instante, hacer nuestras sus historias, sus problemas, sus alegrías, sus penas y sus sueños. De eso se trata la comunicación en su sentido más profundo. De su poderosa capacidad de hacer posible la empatía y, una vez allí, en el lugar de los demás, atr

Pacífico

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Istmina En realidad no es una plaza de mercado, son dos calles llenas de barullo, olores, colores y texturas; todo un carnaval de los sentidos. Racimos inmensos de plátano, bandejas rebosantes de pescado, frutas, verduras, carritos repletos con toda suerte de cachivaches. Y la gente, la gente negra del Pacífico, vital, alegre, cálida. Gente que anda de un lado para el otro, que se ríe a carcajadas, que conversa animadamente, que canta, que compra y que vende. Gente que observa desde su balcón a la otra gente, gente que me mira extrañada mientras me abro paso entre el tumulto con ese andar quedo y pausado de quien simplemente va y se deja llevar por la algarabía. Por un momento es fácil olvidarse del conflicto, de la pobreza, de la marginalidad y del paro minero. Por un momento el tiempo se detiene y solo existe la felicidad de existir y estar con los demás en este presente largo que no quiero que termine. Carnaval de los sentidos - Istmina 2012 Puente en Istmina - 2012

Llegaremos a tiempo

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Fue hace solo unos meses, por casualidad, así como ocurren tantas cosas importantes en la vida. Pedaleaba sin prisa y sin rumbo fijo por la red cuando la canción se me atravesó en el camino y, sin siquiera pedir permiso, se instaló en un lugar recóndito del alma. Si te arrancan al niño, que llevamos por dentro, si te quitan la teta y te cambian de cuento, no te tragues la pena, porque no estamos muertos... llegaremos a tiempo. Me detuve y la oí, y la volví a escuchar una y otra y otra vez. A los pocos minutos ya me la sabía y unos días después la cantaba una y otra y otra vez, en silencio, para mí, tejiendo un lazo inquebrantable con aquella metáfora de la esperanza. Leía, hablaba y escribía sobre las víctimas del conflicto armado y allí sonaba en segundo plano, llegaremos a tiempo. Intensas jornadas discutiendo el papel de la memoria en los procesos de reparación a quienes lo han perdido todo, sus seres queridos, sus tierras y su cultura; y no dejaba de oírla, llegaremos a tiempo. 

Cosas simples

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Parecen simples pero muchas veces, si no la mayoría, son la expresión sutil de hechos extraordinarios. De esto hablé hoy. De cómo en Colombia la comunicación ciudadana y comunitaria hace evidente, aún en los contextos más difíciles, la arrolladora fuerza de la vida. Vida narrada en cientos de historias mínimas, vida hecha vivencia cotidiana, vida que se reafirma desde el último rincón de este país en cada palabra y en cada imagen de quienes se dedican a contar.  Dejo aquí el texto que leí hoy como conferencista invitada en el curso Topics in Human Rights que dicta la profesora Amy Weismann de la Universidad de Iowa. Leer versión en Español Extraordinary facts through simple things I couldn't imagine that at that very moment, when the old plane landed, my life was going to change forever. We had landed in the middle of the jungle, in Inírida, the capital of the Department of Guainía, on the border between Colombia and Venezuela. That year, 1996, the Colombian state had sta

Perdiendo la coraza

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Eran las 2 de la tarde y, para todos, la primera clase en la carrera de historia. Juan Carlos, el profesor,  apareció, y empezó a hablar del presente y no del pasado como estábamos esperando. -“ En cada instante del presente hay condensados cientos, tal vez miles de años de historia ”- empezó a decir. “ No somos otra cosa que el resumen de la historia de millones de personas que vivieron antes que nosotros y que, colectivamente, han construido lo que hoy somos ”-.  La idea me encantó, implicaba reconocer que no somos nada sin los otros; que lo que pensamos, en lo que creemos y cómo actuamos, se ha ido configurando a partir de la forma de ser, de creer y de actuar de otras personas en el pasado y en el presente. Me pareció que acercarme al pasado para entender el presente era una buena manera de empezar mi nueva vida. Después de haber estudiado música desde que tenía uso de razón, dejaba la orquesta a un lado con la idea de convertirme en historiadora; y éste, se me antojaba un buen c

El agua que nos da la vida

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El 2011 fue un año para pensar en el agua y en la vida. Las lluvias, sumadas a una mala gestión ambiental, inundaron gran parte del país y desataron una de las peores crisis humanitarias en Colombia. Millones de personas lloraron viendo como el agua se llevaba lo poco, o mucho, que tenían.  Por otra parte, ante la dramática posibilidad de que la industria minera pueda acabar con nuestras reservas acuíferas en los páramos y en las zonas rurales, salimos a las calles y gritamos. Gritamos en Bogotá, en Bucaramanga, en Tabio y en otras poblaciones del país. Gritamos con la convicción de quien ve su presente y su futuro seriamente amenazado. Gritamos que preferimos quedarnos con el agua, que nos da la vida, y no deslumbrarnos con el brillo vanidoso del desarrollo consumista. Y como si no pudiera ser de otra manera, mi 2011 terminó con un homenaje al agua y a la vida frente al glaciar Perito Moreno en Argentina.  Fotografía: Tatiana Duplat Para qué palabras cuand

Al sur

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A veces, no muchas, la fortuna sonríe de la manera más sutil e insospechada. Esta fue una de esas veces. Inesperadamente el imponente paisaje del Parque Nacional los Glaciares de Argentina irrumpió en mi ventanilla del avión y, durante 20 minutos de sobrevuelo no planeado, me dejó este maravilloso e inolvidable regalo. Se alcanza a ver parte de los 2.600 km2 cubiertos por 47 glaciares. Gigantescos ríos congelados que fluyen por entre las montañas recordándonos lo minúsculos que somos los seres humanos. Aquí alcanzan a verse los glaciares Perito Moreno, Upsala y Viedma, así como el Monte Fitz Roy. Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat Fotografía: Tatiana Duplat